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Qué debemos tener en cuenta para reemplazar los aros.

Es una reacción muy común entre nosotros el hecho de querer embellecer nuestros autos, pero necesitamos respetar algunas consideraciones.

Si hay algo que promovemos casi en forma compulsiva, es el deseo de querer ver nuestro auto con un toque personal para que se lo vea mucho más atractivo. Por supuesto que muchos detalles y cambios podrían realizarse con ese fin, pero en esta ocasión, me voy a referir a la posibilidad de realizar un cambio en los aros que vienen de fábrica, y con los cuales  no nos sentimos a gusto. Pero no porque quiero mejorar algo en el andar o desempeño del auto, sino que el motivo primordial radica en embellecer puntualmente el aspecto estético, y que a simple vista el deseo queda enmarcado en lograr una mejor apariencia. Y lo menciono de esta manera, porque en líneas generales a nadie le gusta o seduce tener unas tazas de plástico que recubran y disimulen los aros metálicos “desabridos y antiestéticos”. Pero ojo. Antes de tomar esa decisión, me gustaría comentarles algunos puntos que considero relevantes e indispensables para llevar a cabo esta acción y desembolsar una buena suma de dinero. Es necesario remarcar algunos puntos que yo considero, y la experiencia en el mercado lo corrobora, se deben analizar. Y la pregunta que siempre nos hacemos es: “porqué debo tomar tantos recaudos para mejorar algo que es mío?”.

Bueno, quiero comentarles que en general no deberían hacerse cambios en el auto, que involucren elementos que el fabricante analizó y ensayó, porque él realizó los estudios necesarios para ofrecerte un producto con calidad. Y aunque sea algo de carácter estético, como lo son los aros, sugiero consultar con algún especialista que nos brinde información con conocimientos técnicos. Y esta afirmación se fundamenta en que se debe conservar el diámetro total de la rueda en su conjunto, para no alterar la funcionalidad y el rendimiento general del auto en su conjunto. Esto significa que si deseo aumentar el diámetro en pulgadas de los aros, inexorablemente se va a ver reducido el talón del neumático.

Pero regresando al tema de referencia, el hecho de querer reemplazar los aros metálicos que vienen montados en el auto de fábrica, por otros más vistosos y que son de aleación, es posible pero respetando algunos temas. Primero aclaremos que en la actualidad existen dos tipos de aros, que son usados masivamente en el mercado automotriz: los metálicos y los de aleación. Los primeros son manufacturados esencialmente con acero, que tienen un elevado peso y tienen la posibilidad de poder deformarse ante impactos fuertes. El costo es bajo y los fabricantes los utilizan básicamente en los autos que son entrada de gama de cada modelo. Son utilizados tanto en los vehículos de turismo como en las pickups.

Mientras que los de aleación, están construídos con la base de aleaciones ligeras de aluminio y magnesio. Esta amalgama permite lograr una estructura lo suficientemente rígida por la necesidad de soportar esfuerzos en la rotación del neumático y las fuerzas transversales generadas cuando se dobla o gira. Este tipo de aro otorga una rigidez lo suficientemente necesaria para soportar los esfuerzos propios de la rodadura. Pero debido a que en la constante rotación y rozamiento del neumático con el suelo se produce un  levantamiento de la temperatura, nos encontramos en la situación que esta aleación de materiales ligeros genera una mejor transferencia de calor y disipación de la temperatura concentrada al medio ambiente. Otra virtud es que con relación al peso presenta una ventaja considerable con respecto a las de acero. Esta ventaja se traduce en un menor peso a arrastrar por el vehículo, generando menos consumo y menos polución. También, al ser más ligeras permite una mejor performance en la aceleración y en el frenado, con el consiguiente menor desgaste del sistema de frenos: pastillas y discos. Otro beneficio es un menor esfuerzo en la cinemática y componentes de la suspensión del auto. Ahora bien, el hecho de ser más rígidos presenta una desventaja con relación a las de acero, ya que éstas son más proclives a deformarse cuando la sometemos a un gran impacto; esta situación permite repararlas siempre y cuando la deformación no sea lo suficientemente grande. Por el contrario, las de aleación probablemente pueden presentar y absorber mínimas deformaciones, pero seguro se generan fisuras que pueden o no estar a la vista; y éstas condicionan y definen la vida del aro.

Como podemos observar, lo que parece sencillo puede presentar en determinadas situaciones algunas complicaciones que terminan siendo más onerosas. Y si una vez que nos asesoran, tomamos la decisión de realizar el cambio, también debemos hacer hincapié en estos temas: hay que respetar el diámetro total del aro y la cubierta, ya que si aumentamos o disminuimos el diámetro de éste, lo debemos compensar con una menor o mayor altura de talón respectivamente. Y cuando aumentamos el diámetro del aro en pulgadas, necesariamente la disminución de la altura del talón del neumático va a modificar la respuesta en la absorción de las imperfecciones de la cinta asfáltica. Con este cambio de configuración, se va a sentir un poco más áspera y rígida toda la suspensión en general, modificándose el confort de marcha. También a veces, estamos tentados en aumentar la pisada del caucho, lo que seguramente ocasionaría un roce entre el neumático y la parte interna estructural del guardafangos. Por lo tanto no es aconsejable. Y sin dudas, es muy aconsejable adquirir aros de marcas reconocidas, ya que de esa manera nos aseguramos calidad de producto en su manufactura y sobretodo, la seguridad que nos brinda en la conducción. Como siempre lo hago, mi sugerencia es respetar todas las medidas definidas por el fabricante, ya que fueron debidamente desarrolladas con criterio técnico. Una vez explicadas todas las consideraciones a tener en cuenta, sólo nos queda elegir el modelo que más nos seduce.

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Alberto Mario Kuchen

Apasionado por los autos. Familiarmente vinculado a este maravilloso mundo y al de las carreras de autos: mi padre que corrió en la década de los años 60 con el seudónimo de Sandokán. Como Ingeniero Mecánico Aeronáutico, la tecnología en pos de la seguridad y la mejora continua, siempre llamó mi atención. Mi compromiso con ustedes para compartir e investigar en todo lo que viene.

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