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Experiencias y familiarización con mi primer vehículo híbrido.

La decisión de compra de un auto híbrido se fundamenta por los comentarios de personas que ya adquirieron una unidad y por el interés personal para afrontar el desafío. Mucho tiene que ver la información que se va recopilando respecto a la confiabilidad y seguridad del sistema en el desempeño cotidiano, y que sin dudas pasa a ser un primer paso con rumbo a la electrificación.

Este pequeño prólogo representa una experiencia personal que me llevó primeramente a considerar la posibilidad, para luego tomar la decisión de comprar un Toyota Corolla híbrido. De hecho considero que es el mejor ejemplo de la transición que estamos atravesando en el mundo automotriz, con rumbo claro hacia la electrificación. Podría decir que es un claro ejemplo de “comunicación” entre dos mundos que conjugan y amalgaman lo mejor de cada uno de ellos. Por un lado encontramos el tradicional y convencional motor alternativo con desarrollos tecnológicos que al día de la fecha se encuentran totalmente comprobados, utilizando el ciclo Atkinson que contribuye a entregar lo mejor de su desempeño en la zona baja de las RPM con bajo consumo de combustible. Y por el otro lado, un par de motores eléctricos que cumplen la doble función de generar la energía para recargar la batería de Níquel Metal Hidruro y la de encargarse de iniciar la marcha desde la posición de detenido, como así también de apoyar al motor alternativo cuando hay mayor exigencia en la aceleración, brindando la posibilidad de ir intercambiando el accionamiento de ambos sistemas cuando nos desplazamos en la ruta a marchas constantes. Esta función de accionamiento discrecional se realiza automáticamente a través de una central electrónica que gobierna el óptimo funcionamiento de ambos sistemas, pero de forma autónoma: es decir, que en función de como uno viene manejando y de cómo se presiona el acelerador, ordena y combina el uso de los sistemas. En líneas generales, uno se despreocupa de estas tareas de coordinación, debiéndonos ocupar solamente de acelerar o frenar ya que se dispone de una caja de velocidades automática del tipo eCVT; esta situación nos permite conducir de manera más relajada y confortable.

Respecto a la recarga de la batería que va ubicada por debajo del asiento de la segunda fila de asientos, quiero decirles que la misma tiene poca capacidad, y es precisamente porque el objetivo central es el de recuperar rápidamente la carga con tres acciones específicas: levantando el pié del acelerador y dejar que el vehículo se deslice por inercia, frenando el vehículo al utilizar el pié del freno, o simplemente cuando se enciende el motor alternativo y ejerce la función de mover el auto y recargar la batería. Con esta explicación entiendo que quedan descartadas las dudas acerca de la necesidad de recargar la misma a través de algún enchufe o toma de recarga externa. Otro aspecto que entiendo puede considerarse como importante, es que cuenta con cuatro modos de conducción: ECO, NORMAL, POWER, y el “EV” que es el modo de conducción exclusivamente eléctrico, el cuál en el mejor de los casos puede realizar sólo un par de kilómetros, en función de como acelero y de la capacidad de la cual dispone la batería en ese momento de requerimiento. De cualquier manera y a modo de protección, en el momento que alcanza un mínimo nivel aceptado por el sistema, automáticamente la central ejecuta el encendido del motor alternativo y comienza la carga de ella. La recuperación de la carga de la batería, está dada por la sensibilidad y percepción que tenemos a la hora de conducir. Es decir, que el estilo de conducción influye de manera absoluta en este aspecto. Que pude observar en lo cotidiano: nuestra reacción a maniobras de tránsito de desaceleración o de aceleración, van a determinar la recarga y el uso de la carga para la movilidad respectivamente. Para ejemplificar lo que les acabo de decir, imagínense que uno ve un cambio de luz de semáforo de verde a amarillo, y que lo hace con cierta anticipación, dejando que el auto se desplace por inercia y recargando la batería. La otra forma sería de impulsar el auto hasta acercarnos más al semáforo y frenar más bruscamente, recargando menos y accionando el uso de las pastillas de freno. Entiendo que la diferencia es clara. Lo mismo sucede cuando salimos de un lugar desde la posición de detenido: dependiendo de la presión del pié sobre el acelerador, si es moderada sale acelerando en modo eléctrico, mientras que si acelero de forma más intensa, automáticamente se enciende el motor alternativo y traccionan con el eléctrico en conjunto. Con estos dos ejemplos, imagínense una circulación en tránsito cotidiano: sin dudas las opciones donde manejo de forma más calma me permitirá utilizar de mejor manera la capacidad de energía eléctrica que se va almacenando en la batería, y por lógica voy a requerir de menor intervención del motor alternativo; es decir, menos combustible. Si sumamos todas estas situaciones constantemente, el resultado que arroja es asombroso, ya que en los momentos de mayor demanda de combustible fósil, acontece cuando debo romper la inercia del vehículo, ya sea en la partida desde detenido, como en las situaciones de sobrepaso. Y es precisamente por esta lógica, que en ciudad el auto híbrido logra consumos de combustible muy exiguos y pasa a ser el lugar donde mejor desempeño alcanza.

Con respecto al uso en ruta también hay registros mejorados pero no es el mejor lugar donde se valora la hibridación: el aprovechamiento ocurre sobre todo si las velocidades se mantienen constantes y razonables, aprovechando los momentos de recuperación de carga cuando desaceleramos o hay pendientes donde se puede deslizar sin tracción. En este ámbito de utilización, es cuando uno se cuestiona si es válido orientar una compra si estoy asiduamente en viaje. Pero lo que sí deseo resaltar como experiencia personal, es que realmente quedé asombrado con el desempeño y rendimiento del vehículo al usarlo en desplazamientos donde la circulación citadina es complicada. En particular, si bien mi auto tiene pocos kilómetros de uso (alrededor de unos 3.000 kilómetros), con las consideraciones que hice en los párrafos anteriores, pude obtener un consumo promedio entre recargas de combustible de aproximadamente 24 kilómetros por litro. Dado que el tanque de combustible es de 43 litros, el rendimiento nos permite alcanzar unos 1.000 kilómetros de autonomía, cifras que son inalcanzables en la práctica, dado que el reposto siempre debe realizarse cuando el indicador alcanza el cuarto de tanque. Esto que parece algo impensado en autos convencionales, les puedo asegurar que al realizar una conducción moderada, es factible de lograr semejantes registros.

También es cierto que cuando se solicita más reacción por parte del auto en arranques y sobrepasos, los consumos bajan a un número que puede oscilar los 18 o 19 kilómetros por litro. Si bien aún no he exigido el auto con determinación y contundente de forma sostenida, pude constatar la capacidad de reacción desde la posición de detenido, situación que resuelve con mucha soltura (nos sorprenderíamos), ya que se suman las acciones del motor eléctrico y el alternativo; en ese caso, ante mucha demanda y exigencia constante los rendimientos generales se aproximan a los de un vehículo con motor alternativo. A modo de resumen, en función de lo que les acabo de comentar, la primera reflexión que se me ocurre es la de alentarlos a poner en consideración, la posibilidad de comprar un vehículo híbrido cuando la mayor parte de la utilización la va a concretar en tráfico citadino. Pero lo que más deseo enfatizar, es que el motivo central de esta nota no es inducirlos a comprar una marca o vehículo determinado, sino que sencillamente los quiero ilustrar con mi experiencia personal para que se animen a este tipo de opción, porque más allá del costo que involucra la adquisición en sí, uno de los motivos que me convenció fue mi cambio de actitud en aceptar tener un vehículo que contamina menos, sabiendo que la tecnología que ofrece, tiene antecedentes indiscutidos desde hace más de dos décadas de experiencia en el tema. Y no quiero dejar de mencionarles que si la duda pasa por el tipo de mantenimiento que requiere el sistema híbrido, la respuesta es que la fábrica garantiza todo el sistema eléctrico con una garantía superior a la de un motor convencional, limitando las inspecciones o revisiones periódicas al plan de mantenimiento que se superponen con las de un mantenimiento normal; un detalle muy importante es que no necesita de reposición de consumibles o líquidos como sí lo requiere el motor alternativo y sus sistemas: sólo chequeos. Ahora sí, deseo cerrar la nota poniendo de manifiesto que mi afán es el de poder comentarles parte de mi experiencia, tratando de ser objetivo y con la ilusión de poder encenderles la “llamita” de curiosidad para que cambien la mirada y perspectiva acerca de los vehículos híbridos.          

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Alberto Mario Kuchen

Apasionado por los autos. Familiarmente vinculado a este maravilloso mundo y al de las carreras de autos: mi padre que corrió en la década de los años 60 con el seudónimo de Sandokán. Como Ingeniero Mecánico Aeronáutico, la tecnología en pos de la seguridad y la mejora continua, siempre llamó mi atención. Mi compromiso con ustedes para compartir e investigar en todo lo que viene.

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